De ahí, también, el deslumbramiento fascinado que producen los encartes publicitarios donde las y los jóvenes modelos ostentan su cabellera rubia, su piel blanca, su alto tamaño.
Melancólica, sobre el entarimado, una pareja de mujeres pasea en círculo; alguna que otra rodea a la rubia y se informan acerca de si en verdad le duele la cara.